NATALIA
VERBEKE
"Aprendí que no le puedo gustar a todo el mundo, porque a mí tampoco me gusta todo el mundo"
Por: Fátima L.Ortiz y Alfonso Gómez
Enero de 2025
Natalia Verbeke para Actores & Actrices Revista. Foto: Fátima L.Ortiz
Hablar con Natalia Verbeke es como asomarse a un mundo lleno de contrastes: timidez y aplomo, exigencia y cercanía. Argentina de nacimiento y española de adopción, la actriz es una de las figuras más queridas del cine y la televisión en el ámbito hispano.
La intérprete, que reconoce estar felicísima por llegar este año a los 50, protagoniza el número de enero de Actores y Actrices Revista en una divertida y sincera entrevista en la que recorremos su trayectoria, sus inquietudes y sus ilusiones.
Natalia ilumina la pantalla con su carisma y versatilidad, pero detrás de esa imagen pública hay una mujer exigente, tímida –aunque no lo parezca–, y profundamente honesta. La actriz usó por primera vez su acento nativo en la película El hijo de la novia, una experiencia que marcó su carrera y la catapultó internacionalmente, y después llegaría la aclamada El otro lado de la cama. Sin embargo, nos asegura que nunca soñó con alcanzar tanto: “Solo con subirme al escenario y poder vivir de lo mío ya era el premio gordo”.
Éxito tras éxito, también llegaría la famosa serie Doctor Mateo, y Natalia nos sumerge en sus anécdotas como si estuviéramos en familia. Nos admite, además, su obsesión por Cillian Murphy, especialmente por su papel en Peaky Blinders, una serie que confiesa que le habría encantado protagonizar. También comparte con nosotros su fascinación por el otoño, su amor por viajar, y cómo la mítica Lo que el viento se llevó fue la película que despertó en ella la pasión por el cine.
Nos cuenta con brillo en sus ojos sobre la sororidad que se respira en los rodajes entre sus compañeras actrices, que, a pesar de lo que los medios presuponen, nunca han entrado en envidias o competiciones: “Incluso nos colocamos el pelo para ponernos más guapas”. Y es que Natalia tiene claro que el entorno a la hora de trabajar es clave, ya que, a medida que pasan los años, admite haberse dado cuenta de que lo prioritario es disfrutar y estar rodeada de gente buena: “Yo quiero sufrir por lo que tenga que sufrir el personaje, pero ir como Natalia a un rodaje a pasarlo mal es un infierno”.
La honestidad desarmante de Natalia se refleja también a la hora de hablar de su compromiso con la profesión: “Todos tenemos que pertenecer a la Unión, independientemente de si trabajes o no, porque tienes que apoyar a tus compañeros y sentirte parte de ese grupo”.
Las amistades que he tenido me las ha creado el teatro
Un entorno seguro es esencial en un rodaje, ¿con quién te has sentido más segura y tranquila trabajando?
Pau Freixas. Yo me lo llevaría a mi casa para siempre, se lo quito a Eva Santolaria (risas). Tiene mucha generosidad, es sensible, es un director que te permite crear, equivocarte, te da tu tiempo. Que pone la cámara a tu favor, no que tú estés a favor de la cámara. Con él ruedo muy a gusto y me permito ir a lugares donde quizá con otro director no me atrevería tanto. Con Campanella también me he sentido muy a gusto, o con Jordi Frades, o Jesús Colmenar, que es un genio.
¿Y con qué compañeros y compañeras te gustaría trabajar o repetir?
Con muchísimos. Repetiría con Jorge Bosch, siempre. Ginés García Millán, que es un amor. Maribel Verdú, Carmen Ruiz, María Esteve. Ali Falcó, que es una maravilla, Carmen Arrufat. Amaia Salamanca, que es super divertida, con Miren Ibarguren. Bueno, con todos.
Y con los que no he trabajado aún, me encantaría con Pilar Castro, pero es que siempre nos tocan cosas muy pequeñitas, y yo quiero algo grande con ella. Me gustaría también trabajar con Ana Wagener, con Candela Peña, con Luis Zahera, Carolina Yuste, Ana Polvorosa... Tenemos actores y actrices muy muy buenos aquí.
¿Recuerdas tu primer photocall?
Fue en el estreno de Un buen novio. Yo estaba aturdida, lo recuerdo como con nebulosa. El siguiente fue en el Festival de l’Alfàs del Pi, y lo recuerdo mucho porque fue donde conocí a Carmen Maura, y nada me pudo hacer más ilusión en la vida. Y quién me iba a decir a mí que al año siguiente estaría trabajando con ella.
En este tipo de eventos hay mucha presión, ¿has sentido esto pero en particular en el caso de las mujeres?
Sí, claro. A parte de la presión que una se pone, es evidente ya al ver la retransmisión o en revistas cómo se habla de las mujeres y lo nada que se habla de los hombres. Ahora ellos arriesgan un poco más, pero nadie les critica su físico. Y parece que las mujeres siempre tienen que estar perfectas, y no solo en esta profesión; en la vida. Pero lo que estoy viendo es que a las nuevas generaciones les importa un bledo todo y eso me encanta, y lo admiro y lo envidio.
No hay tantas historias para actrices a partir de los 50 años, y es algo que debería cambiar porque el mayor público que tenemos son mujeres
Lo primero que hice cuando tuve mi primer contrato fue irme a la Unión de Actores y Actrices a apuntarme
¿Qué consejo le darías a una actriz joven que está empezando en esta industria?
A mí no me gusta mucho dar consejos, porque me considero una aprendiz todavía. Pero sería: llega puntual y que te sepas muy bien el texto. Lo demás, paciencia.
¿Hay alguna serie, película u obra de teatro que te hubiese gustado protagonizar?
Me habría encantado haber hecho Nina en La gaviota; Julieta; la novia de Bodas de Sangre. También me habría encantado ser Satine de Moulin Rouge, y ser Cillian Murphy en Peaky Blinders: no hay nadie como él.
Ahora cuando te enfrentas a un proyecto nuevo, con las plataformas, sabiendo que tu trabajo va a llegar a todo el mundo, ¿implica un mayor miedo?
Ay, no me lo había planteado así, pero ahora me has dado miedo (risas). Al final, no dejas de estar con tu gente, no ha cambiado la manera de rodar. Por ejemplo, con Una vida menos en Canarias yo no he pensado cuando se ha estrenado que lo iba a ver todo el mundo, luego es cuando me ha sorprendido cuando de repente me han dicho “oye, que está número 1” y te quedas como “ostras”, pero es a posteriori.
Tu trabajo Tercer cuerpo es una obra de teatro que habla sobre el miedo, la importancia de lo que no se dice y que gira en torno a un humor negro, ¿qué opinas de este humor y cómo ha sido tu experiencia con Claudio Tolcachir?
Es un humor muy argentino, un poco cruel, muy típico de allí. Yo lo veo en mi casa cada día (risas), somos así. Y me siento muy identificada con ese humor porque es el que me hace gracia. Es un humor que, como todos, nace del dolor, pero un puntito más, un poco inglés. De haber empezado en el teatro, de repente me hice conocida por el cine y sentía por parte de gente de la profesión que "hacían de menos" eso. Y me generaba mucho miedo hacer teatro de nuevo, pero era algo que quería hacer porque, al fin y al cabo, es en lo que me formé. Cuando vi la obra La omisión de la familia Coleman, dije: este es el teatro que yo quiero hacer. Así que yo sabía que el día que Tolcachir me llamara no iba a ser un no.
Texto por Fátima L.Ortiz
Diseño web por Alfonso Gómez
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